Homilía | 9 de Septiembre
P. José Marcelo Sepúlveda
Gracias sean dadas a Dios por esta oportunidad de compartir con ustedes hermanos, gracias a Dios por estos cinco años de ministerios sacerdotal que me permite celebrar.

REFLEXION EVANGELIO Lc 6, 12-19
Martes 09 de septiembre
Gracias sean dadas a Dios por esta oportunidad de compartir con ustedes hermanos, gracias a Dios por estos cinco años de ministerios sacerdotal que me permite celebrar.
El evangelio de hoy nos hace una invitación, sabemos que la montaña, a lo largo de la historia, ha sido vista como un lugar de encuentro entre lo divino y lo humano, es en la cima donde el aire es más puro, el ruido del mundo se apaga y la perspectiva cambia, esta acción nos invita a reflexionar sobre la necesidad de encontrar nuestros propios espacios de silencio y oración, alejados del bullicio de la vida cotidiana. Cuando las decisiones se convierten en algo urgente y complejo, la oración debe ser cada vez más larga e intensa.
En este Capítulo General se han tomado y se tomaran decisiones que esperamos sean fruto de la oración y reflexión en bien de nuestra Orden. De la misma forma reunidos los superiores mayores de las diferentes circunscripciones refrescar el espíritu para que en todas las labores que cumplen sean acompañadas y guiadas siempre por el Espíritu Santo.
La oración fue una compañera inseparable de Jesús. En todo el Evangelio le vemos orando, sobre todo en los momentos más decisivos de su vida: antes del Bautismo, al realizar varios milagros, en la Última Cena, en el Huerto de los Olivos, en la Cruz, de la misma manera, todas nuestras grandes decisiones deberían surgir tras un encuentro con Dios en la oración.
¿Y cómo sabemos si la respuesta viene realmente de Dios? cuando Dios ilumina un alma por la acción del Espíritu Santo le envía algunas señales, una profunda paz interior, alegría, amor, es lo que llamamos "frutos del Espíritu".
Una de las notas características del cristianismo es que Dios quiere que todas las personas se salven, llama personalmente a cada uno de nosotros, esa es la razón por la que el Evangelio recoge el nombre concreto de cada uno de los doce que fueron elegidos por Cristo, no porque fueran santos y perfectos sino a pesar de sus miserias fueron escogidos porque él les amaba y quería y quiere tener con ellos y tiene con ellos una relación concreta y personal. El discípulo sigue al maestro, esa misma relación personal que tuvieron los discípulos con Jesús, estamos llamados nosotros también a tenerla.
El cristianismo implica encarnación, implica trato de tú a tú, implica mirar a los ojos, dejarse mirar por Dios e intentar responderle a él, y por eso el cristianismo no se entiende sin la respuesta debida y necesaria de cada uno de nosotros a ese acto de amor, a ese amor primero puesto por Dios, que es el que tiene la iniciativa.
No se puede creer en Dios, en el Dios revelado, y no pretender tener con él una relación personal de tú a tú, por eso tantas veces que nosotros corremos con la tentación de olvidamos de Dios, nos tendremos que preguntar realmente: ¿mi fe es una fe basada en el cristianismo? porque si Dios me llama por mi nombre y apellido, si Dios me pide que le siga, como olvidarme de él durante toda la semana, muchas veces dejarle postergado y recurrir a Él únicamente cuando estoy necesitado.
Dios te llama por tus nombre y apellido, Dios quiere tener con nosotros una relación personal, pero en muchas ocasiones tenemos tiempo para todos, menos para él, en el día cabe todo menos el momento que Dios quiere que le dediquemos a él. Nuestra relación con Dios es la relación del discípulo que sigue al maestro, o por el contrario es la relación marcada por el interés.
Hemos escuchado en la primera lectura de san Pablo a los Corintios, como relata una serie de pecados, él dice que aquellos que los cometan si no se arrepienten de ellos no entraran al Reino de los Cielos. Cada uno de nosotros tiene también sus caídas, sus miserias y debilidades, lo importante es que pongamos nuestra esperanza en Dios; que cuantas veces caigamos, las mismas nos levantemos, no podemos evitar sentir, sentir ira ante algo que nos han hecho, sentir rabia ante una injusticia. El Reino de los cielos será de aquellos que sientan y luchen por no consentir y si consienten se levanten, pongan su esperanza en Cristo, con humildad pidan perdón y vuelvan a empezar.
Dios nos llama a pesar de nuestras miserias, también Pedro y el resto de discípulos tenían miserias, pero siguieron al Señor abandonándolo todo, abandonemos todas nuestras miserias, el egoísmo, todo aquello que impide que el Señor pueda trabajar, abandonemos todo y pongamos en manos del Señor. Que Dios nos ayude.